LA IMPACIENCIA.
- Quién
más quién menos sabe de que se trata y no solamente por la antigüedad que
posee sino que en lo contemporáneo lo vive en el día a día.
- No
cabe duda alguna de que la impaciencia es proverbial en el hombre, es más,
en los tiempos que corren, lo acosa de una manera increíble que es como si
no tuviera paz en su espíritu.
- Vive
esclavo de ella y para ella, se convierte en un ser casi egoísta tal
pareciera poseer una fijación que hace pensar en querer algo con una
manifiesta obsesión.
- Sale
a la calle y pretende que los demás vivan para él, la impaciencia sinónimo
de ansiedad lo devora, no quiere esperar y se convierte en un quejoso
consuetudinario.
- El
ajetreo de los tiempos modernos lo devora, al tener impaciencia, no tiene
paciencia. En toda actividad tiene como una perniciosa debilidad, afanes y
ansiedades. Es literalmente incorregible, le desespera esperar. Es un
quejoso insoportable. Deprime escucharlo, a tal punto que se convierte en
un elemento cargado de toxinas, esos sujetos realmente densos con los que
uno no desearía encontrarse más allá de nuestra acendrada muestra
permanente de amor al prójimo.
- Esta
condición atrapa al hombre de una singular y ahora progresiva manera de no
poder contenerse a todo tipo de espera, siempre está apurado. No hay
ámbito donde pueda sentirse cómodo-
salvo excepciones. Con actitudes como esta es muy probable que en
cualquier medio donde se encuentre, disemine una cuota de negatividad que
termina siendo rechazado por pretender alterar la tranquilidad de quienes
lo rodean. Hay impacientes que no lo demuestran, otros en cambio
manifiestan su contrariedad a viva voz como para llamar la atención.
- Todo
se traduce en impaciencia, aguardar
que respondan al llamado del portero eléctrico, al teléfono, a las
respuestas en la navegación por Internet, Impaciente y a bocinazo limpio
cuando detenido con el coche en un semáforo y a bocinazo limpio si el
conductor detenido delante de él no mueve el coche de inmediato o cuando
la esposa se demora en el toilett para los arreglos pertinentes o si se
detiene frente a una vidriera. En fin todo se traduce en impaciencia. Una
postal de antigua data muestra a un papá impaciente caminando ida y vuelta
frente a la sala de partos, al aguardo de la enfermera con el
correspondiente anuncio.
- Nadie
podrá poner en duda semejante transformación casi masiva. Se podrá excluir
a personas que no brillan precisamente por poseer esta condición.
- Estamos
conformados por naturaleza para proceder así, faltaban solamente los
cambios de hábitos, la tecnología moderna y otros elementos contribuyentes
para la presencia de esta problemática.
- No
es menos cierto que en un principio haya sido así ya que se vivía de
manera muy diferente, con menor actividad, menos compromisos que impone el
imperativo de la hora, Los sistemas han ido cambiando; simultáneamente el
requerimiento de más exigencia en los ámbitos comerciales, empresarios, en
correlato con un fenomenal pero imaginario monstruo que se alimenta de
papel, único sustento el suyo pero bien abundante, cosa de no pasar
hambre. Notable voracidad, amén de imparable, él no tiene impaciencia, si
por alguna causa no hay sistema, él aguarda, su cerebro sabe esperar. Si
tiene impaciencia no lo sabremos nunca. Se podrá enfermar de otras cosas,
pero nunca por falta de paciencia.
- Pregunto:
habrá tanta necesidad de impacientarse hasta por nimiedades?. Existen
personas que han incorporado en su piel la impaciencia, que no trepidan en
apelar a ella en cualquier momento, si hasta pierden los estribos y en más
de una ocasión cometen un grave error que si llegan a contarlo, esa señal
los acompañará por el resto de sus días. Ya no habrá retorno, tampoco
arrepentimiento ni súplicas de perdón.
- Sin
hesitar, tengo para mí que esta es una condición controlable toda vez que
uno de se lo proponga vía mentalización, no permitiendo que un
intempestivo cambio radical y espontáneo se apodere de nosotros alterando
incluso el desenvolvimiento de los demás.
- Una
sentencia algo rebuscada: tenemos que apelar a la paciencia de Job, aquel
legendario personaje bíblico conforme lo ilustra el Antiguo Testamento,
hombre éste de emblemática fe y que en ningún momento perdió los estribos
a pesar de tantas desgracias lo asolaron. Imitémoslo, lo de él fue extraordinariamente
singular.-
OSCAR. ROSARIO, PROVINCIA DE
SANTA FE
REPÚBLICA ARGENTINA
30.12.2013.-