miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA PENA CAPITAL

LA PENA CAPITAL

Tema polémico sin lugar a dudas.
Conforme a lo que se lee en el Nuevo Testamento, para los creyentes Jesucristo se opone abiertamente a la aplicación de la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.
En la antigüedad encontramos diversas formas respecto de este tipo de condena, conforme por un lado por las distintas culturas y los distintos métodos empleados para eliminar físicamente, no solo a quienes delinquían sino también a aquellos que transgredían leyes inherentes que mucho tenían que ver con el incumplimiento a normas de conducta.
Con el andar del tiempo, ciertos métodos fueron cambiando, como también la aplicación de la pena máxima según y conforme el delito cometido, sujeto a la filosofía de aquellos que se arroguen el derecho de aplicarla.
En un momento, la crucifixión, la hoguera, la horca, la guillotina, la silla eléctrica, la cámara de gas. En casos muy particulares, el fusilamiento. Ni hablar de las severísimas condenas aplicadas por los emperadores romanos.
Algún que otro país, no ha suscripto el tan mentado Pacto de San José de Costa Rica el que en su  parte sustancial dispone la no aplicación  de la pena de muerte para los autores de crímenes que la autoridad competente considera punibles, graves, aberrantes. No obstante y para situar un país puntual, sabemos que en los Estados Unidos de América alguno de éstos todavía lleva a la práctica tal sentencia.
Toda vez que se toma conocimiento de semejante determinación, se alzan voces contrarias a tal  medida- aún de autoridades encumbradas en el poder- de diversos países solicitando la conmutación de la pena, se concreta lo dispuesto.
Otros quizás a la distancia, pensarán que la medida se justifica en orden al delito cometido.
Tal vez haya quienes que en silencio, alegan que es inhumano tal proceder. Agréguese la desesperación del condenado que entre la sentencia y la ejecución transcurren años entre trámites de apelación, etc.
Y aquí el consabido condimento que inevitablemente aparece como juicio personal a la medida. Sí, todo sujeto que comete un crimen censurable en grado sumo, como de práctica, una vez que se comprueba su evidente responsabilidad, es sentenciado conforme a lo que resulte de la opinión del o los magistrados intervinientes, considerando agravantes, atenuantes, antecedentes, móvil del hecho, defensa propia, grado de parentesco- a veces- entre víctimas y victimarios.
Pero los tiempos que corren determinan de manera incuestionable una reforma sustancial del código penal.
Así vemos sentencias que se consideran una literal burla que hiere las fibras más íntimas, particularmente de los familiares de las víctimas que pareciera que a mayor tiempo de encierro se ve compensado ese afán de justicia, que por instinto todos llevamos dentro.
Pero lamentablemente, se plantea un interrogante no excluyente: cada día el delito aumenta en cantidad y por añadidura en violencia.
Asistimos impávidos el accionar de la Justicia. Queremos creer que se actúa conforme los términos de las leyes pertinentes. Existe una escala por citar un ejemplo para el caso del homicidio simple que va entre los 8 y 25 años de cumplimiento efectivo en institutos carcelarios, pero que generalmente por pautas de conducta del incriminado, por lo general las condenas se reducen considerablemente y los imputados salen mucho antes del tiempo estipulado. Sabido es, por otra parte, que la mayoría sale de prisión no reformado precisamente. Más aún, si ha estado en prisión es muy difícil que consiga un empleo y es entonces cuando vuelve a delinquir. La prisión lo ha embrutecido aún más.
Se justifica algún atenuante?...reitero, por regla general el condenado sale y la familia no recupera la pérdida que el victimario ha ocasionado. Es justo?...y pensar que este término deriva de justicia. Es común escuchar voces de reprobación con el agregado de que esos salvajes no deberían- en adelante- convivir en una sociedad civilizada. Es harto dudoso que muchos se corrijan. Se dice que el encierro debería servir para una rehabilitación moral y se reinserten como personas de bien dentro de un mundo donde puedan desarrollarse como gente normal.
Quisiera saber cuántos lo logran. Trabajo?, donde?, a cierta edad?. Con antecedentes penales?. Sabido es que muchos vuelven a delinquir: robar, violar o matar.
Bien, he tratado de incursionar en una parte de la cuestión: los prolegómenos del delito y sus consecuencias
A enfocar entonces respecto de lo del título.
Toda vez que tomamos conocimiento de una ejecución por parte de la justicia, sea donde fuere, nos invade- creo que a muchos- un sentimiento de pesar. Es una cuestión o sensación inevitable  entiendo que juegue un importante papel el carácter de muerte anunciada (recuerdan al escritor colombiano: G.G.Márquez en..”…Crónica de una…” lo que equivale a meditar sobre el término de habitación en esta tierra de un ser humano que aunque irracional en su procedimiento la lentitud del proceso entre la sentencia y la ejecución ya lo está condenando de manera lenta. Años pasan entre apelaciones y quizás sus esperanzas también lo abandonen.
Pero hete aquí que cuando se toma conocimiento de un hecho por demás conmovedor- no me corresponde ni deseo hacer apología sobre la pena máxima. Se alzan voces algunas de notoriedad, reclamando  extrema justicia ante tamaño proceder.
En el fuero interno de algunas víctimas de violación y familiares, sobrevuela el fantasma de un condigno castigo a tal depravado. El sujeto en cuestión, si bien en la cárcel es sometido a la Ley del Talión, por casos de violación, por parte de un conjunto de “justicieros”, sale al poco tiempo y generalmente comete el mismo delito. Y la tan mentada rehabilitación?. Sí, emerge una literal burla no solo a la víctima, sino que a sus familiares. Es inevitable que se plantee el mismo interrogante: qué hacer?. Esto por una parte..La otra cuestión: los crímenes que resultan de la violencia callejera en la que intervienen menores de edad consagrados a la drogadicción o al alcohol, abandonados o descontrolados por sus propios progenitores. Éstos, imaginamos quizás resentidos y consecuentemente insatisfechos a raíz de un sistema perverso que no les brindan posibilidades de desarrollo y los mantienen cautivos mediante prebendas con la consiguiente alianza con el ocio, sin aprendizajes en fábricas (ya casi no quedan como había en otros tiempos), sin adecuada formación profesional a través de escuelas técnicas que no poseen equipos de alta tecnología conforme la imposición de los tiempos. Se suma y por conocidos factores, la deserción escolar en tal sentido. Con gobiernos a lo que solo les interesa el apoyo electoral como condición sine-equanon para seguir con la asistencia económica, asignaciones míseras con que ilusionan a sus seguidores. Éstos en muchos casos quedan enceguecidos por tales subsidios y apelan al incremento de tenencia de hijos con el consiguiente aumento poblacional en sostenida deficiente calidad de vida. Así las cosas, la crónica policial, los medios televisivos quienes crean un show mediático con aberrantes delitos que hieren las fibras más íntimas de una parte de la sociedad a la cual mantienen en vilo, un pequeño pero harto peligroso conjunto de indeseables mantenidos como a hijos con capacidad diferente.
Nuestra legislación penal determina que son punibles los mayores de 18 años. Algunos son enviados a veces a centros de rehabilitación, otros en cambio vagan alegremente por la calle hasta que la tentación los fuerce a cometer otro delito y así sucesivamente. Mientras tanto los damnificados sufrientes al máximo  ven que no se puede hacer nada con estos impresentables.
Se han escuchan voces de notables reclamando indignados, se aplique la pena de muerte. Claro que simultáneamente aparecen los hipócritas de siempre contraatacando aquellas expresiones. No creo que puedan alentar algún sentimiento piadoso ante sujetos indeseables que hieren por así decirlo y para toda la vida a una importante cantidad de víctimas y familiares, quienes de manera indubitable se encuentran indefensos  ante códigos penales con una liviandad vergonzosa, indigna de todo sentimiento humano. Pero la hipocresía y el cinismo, cuando no, son el condimento ideal para gobernar tomados de la mano junto al libre albedrío. Por estas alturas no se quiere poseer voluntad política cual es la de llevar a cabo medidas drásticas que conlleven a la erradicación, todo lo más posible. Descaradamente miran para otro lado haciendo un significativo silencio pretendiendo engañar al soberano con discursos que muestran un desenfado tal que supone una desvergonzada tomadura de pelo. Esto me recuerda a ciertos artistas con un inusitado libreto donde tomando algunos cuentos infantiles, los deformaban de una manera bastante cómica que suponía una cuota de ocurrencia sin igual, impensada.
El problema es serio, lejos está de mi parte hacer apología de la pena capital, ya que nuestra formación cultural no da para tanto. Pero habrá que convenir la forma de consensuar entre la clase política, el poder judicial, la iglesia, los derechos humanos en paralelo con las víctimas y no al revés, la manera de terminar de una buena vez con el tipo de delitos aberrantes que la mayoría de la población no nos merecemos. Hoy es una costumbre que algunos hipócritas digan: y el delincuente apela a la droga por una cuestión cultural de cierto medio ambiente, pobreza en extremo, abandono familiar, ocio, alcohol y por si fuera poco, una conducta sexual de la que emerge descontroladamente la proliferación de hijos  que a la postre constituirán lo que se llama en situación de calle o en estado de vulnerabilidad.
Otra incongruencia preocupante la de los representantes del pueblo que no se enancan en la toma de medidas drásticas que propendan a la reducción de delitos casi de lesa humanidad. El problema es también estructural, ninguno equipo de gobierno sale a la palestra a tomar medidas que coadyuven a mejorar sustancialmente la calidad de vida de los más vulnerables, que según una opinión personal, un tipo de resentimiento emerge de semejante situación calamitosa por cierto. Basta ya de sostener marginales con subsidios captores de votos en apoyo electoral. El Artic. 14 Bis de nuestra Carta Magna, es terminante en este sentido. Quienes lo violan, incurren en incumplimiento de los deberes de funcionario público. No hay fuentes de trabajo, ni capacitación profesional, aumenta el delito y paralelamente las unidades carcelarias en donde por otra parte abunda el hacinamiento, la vagancia, el resentimiento entre muchos de ellos y en lugar de entregar seres reformados, salen mal formados y acuden a la repetición de los delitos, ya que otra cosa no les es posible realizar.
Moneda de cambio: les dan el pescado en lugar de enseñarles a pescar. Basta ya de lo mismo.
Un detalle que no debe soslayarse: todo aquel que pregona la aplicación de la pena de muerte, se sentiría capaz de accionar el dispositivo que produjera la muerte de un condenado?. Me parece que no, ya que se me ocurre, que el delincuente obra en un estado muy especial que por nada del mundo nadie quisiera imitarlo. Una indescriptible reacción que quizás se hermane con el arrepentimiento aunque tardío. Aún así, se desconoce cuántos son los arrepentidos…Vaya dilema!. Se me ocurre que una forma de morir aunque lentamente, sería un confinamiento en zonas de clima harto riguroso particularmente nuestro Sur, donde los condenados a picar piedras con grillos en los pies no tenían alternativa de escapatoria. Algunos países poseen cárceles inexpugnables, generalmente una isla desde donde es prácticamente una utopía la fuga.

OSCAR
Rosario, Pvcia, de Santa Fe

Argentina- 30.10.2016