Fe: creencia en
algo sin necesidad de que haya sido firmado por la experiencia y la razón o
demostrado por la ciencia.
Ya tenemos una
definición puntual sobre esta pequeña
palabra en letras pero notablemente
inmensa en cuanto a contenido.
En el emblemático
tratado cual es el Nuevo Testamento, escrito siglos atrás, ya se menciona y
vaya de qué manera y a cargo de quien.
No podemos dejar
de reconocer que el Maestro en una notable demostración que hizo a sus
seguidores, no les hizo quedar duda alguna del uso que debía dársele, con
ejemplo mediante, aunque esto solo se trate de un símbolo. En mi modesta
opinión se trata del hito en que se basa la doctrina cristiana. Hombres de poca
fe! Les diría. Un símbolo que indubitablemente induciría a las generaciones del aquel tiempo y a las venideras, a apoyarse
firmemente en ella para tratar de lograr propósitos que emprenda.
Dicen que la fe
mueve montañas. Un apoyo más bien psicológico que induce al hombre a
emprendimientos que invariablemente requieren aportar esa dosis de confianza y,
que al propio tiempo contribuya a no perder las esperanzas, sin desesperar
aguardando los resultados. Entonces concluiremos pensando que una alta cuota de
ansiedad está debilitando la fe que había puesto en aquellos.
Es imposible
vivir sin fe, si hasta creo que los animales como las plantas necesitan también
confiar en quienes los alimentan, los quieren y amén, de todo esto los cuiden.
Descuento lo aguardan, será por fe?
En todos los
órdenes de la vida, la fe nos tiene que
acompañar, necesitamos confiar en algo, en alguien para quedar aguardando
esperanzas que concreten nuestras expectativas.
Vemos a diario,
innumerable cantidad de personas, dependiendo de una imagen, casi siempre
religiosa, pidiendo a las divinidades un aporte de intervención para que
resuelva un sinnúmero de necesidades. Hasta la elección de un amigo impone la
necesidad de tener confianza y fe para que la misma sea acertada y naturalmente
se concrete.
En cualquier acto
de la vida se impone la necesidad de que la fe acompañe al hombre.
Conformar una
familia, aparición de hijos en la vida, su crianza, educación, en fin su vida
misma está pendiente y alienta una
expectativa que de no mediar imponderables impensados, podrá arribarse a
resultados favorables. La fe crea esperanzas, solo hay que saber esperar, no
tener ansiedad ni impaciencia. Perseverancia por sobre todas las cosas. Qué
sería de nosotros si no fuera que nos apoyáramos en la fe. No es necesario tal
vez para muchos, apostar a las divinidades, pero es innegable que en algo o
alguien en quien creer se hace menester. Vale el recuerdo de la mitología para
reconocer que desde tiempo inmemorial como las Sagradas Escrituras, se ponía el
acento en la creencia acompañada por la fe, la esperanza, las expectativas.
Quien más, quien
menos vive de esperanzas en cualquier orden de la vida, a todos los fines no es
una idea descabellada.
En todos los
tiempos el hombre necesitó y no precisamente creer en algo, en alguien y no
precisamente en íconos religiosos.
Con lo que habremos
de convenir que la fe estaba y está implícita. No hay fe sin obras nos dice el
Maestro, entendiéndose que todo aquel que creyere por fe, no puede dejar de
tener confianza y aguardar los resultados. Se incluye, lo referente a obras,
sino ayudas económicas a los más necesitados, sino el amor al prójimo que creo
es en sí, una manera de obrar.
Generalmente
utilizamos esta forma de herramienta para cualquier proyecto que deseamos
concretar. Se la utiliza en toda circunstancia. Todas nuestras acciones van
acompañadas de expectativas imprescindibles al aguardo de que emerjan los
resultados.
Mencionar
nuestras necesidades de fe ya sea comentadas o a través de ruegos, nos abre la
posibilidad de certidumbre, seguridad que emerge de la confianza que debe
tenerse sobre aquello que es imprescindible en nuestra vida.
No voy a
continuar sobre el pasado inmediato anterior de personas de diferente sexo que han
consensuado sentimientos afines traducidos en amor. No hay dudas que han
depositado fe en la prosecución de una relación que arribe al destino común
cual es perpetuarla hasta el final de sus días. La consumación del matrimonio,
la tenencia de hijos, su educación y porque no, la continuidad de la familia
desde sus ancestros.
Siempre la fe
como arquetipo inevitable de la concreción de propósitos incuestionablemente
razonables que se corresponda con el sentido común.
Fe: elemento
imprescindible en todos los órdenes de la vida.
Fe: condimento
necesario para poner en salvaguarda nuestra conducta aún en los momentos más
difíciles que es donde más se necesita. Se requiere que nuestra personalidad
esté en paralelo con la imperiosa necesidad de confiar en la fe y que también
esté junto a ella.
Desde los ámbitos
religiosos se recomienda tomar la fe como estandarte fundamental en qué
apoyarse ante situaciones generalmente difíciles, que obligan al hombre tanto
frente a las enfermedades como a imponderables complicados de resolver y, aguardando
que la voluntad divina obre en consecuencia.
Quedará
demostrado entonces que la fe ocupa en el hombre un sitio de privilegio y es
realmente insuperable tanto como la necesidad de toda índole, aquella que no
puede compararse con nada. Aquella no tiene adversarios razonables, tal vez
sean aquellos que por su naturaleza, en nada creen. Me permito apartarme un
tanto de la fe para echar una mirada sobre lo material que aporta el hombre en
su comportamiento.. Por lo general, particularmente parte de aquellos que
conocemos, amén de otros que escuchamos esporádicamente, expresando: yo soy…pero
no tengo necesidad de asistir al templo. Golpearse el pecho o rasgarse las
vestiduras, no significa absolutamente nada, y tampoco sirve.
Tal vez y a modo
de opinión personal, entiendo que la fe sin obras, carece de fundamento. No
todos podemos borrar con el codo lo que escribimos con la mano.
Como conclusión
diré una vez más. A modo de opinión personal y sin el ánimo de herir susceptibilidades,
que el hombre tanto ateo como agnóstico, indudable y necesariamente, pondrá fe
en todo aquello que se proponga, aguardando con esperanzas que su inversión
fructifique. No invierte tampoco a tontas y a locas. Tiene fe aunque crea que
ella se corresponde a tal o cual corriente de opinión religiosa.
Queridos lectores, consecuentes amigos, la fe
nos impulsa también a esperar un mejoramiento en cuanto a la calidad de vida en
el universo entero. Pero debe imperar incuestionablemente el sentido común sin
que ello signifique una colisión en el intento.
OSCAR
Rosario, Pvcia.
de Santa Fe.
Argentina –
26.10.15.-