LA PENA CAPITAL
Tema polémico sin lugar a dudas.
Conforme a lo que se lee en el
Nuevo Testamento, para los creyentes Jesucristo se opone abiertamente a la
aplicación de la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.
En la antigüedad encontramos diversas
formas respecto de este tipo de condena, conforme por un lado por las distintas
culturas y los distintos métodos empleados para eliminar físicamente, no solo a
quienes delinquían sino también a aquellos que transgredían leyes inherentes
que mucho tenían que ver con el incumplimiento a normas de conducta.
Con el andar del tiempo, ciertos
métodos fueron cambiando, como también la aplicación de la pena máxima según y
conforme el delito cometido, sujeto a la filosofía de aquellos que se arroguen
el derecho de aplicarla.
En un momento, la crucifixión, la
hoguera, la horca, la guillotina, la silla eléctrica, la cámara de gas. En
casos muy particulares, el fusilamiento. Ni hablar de las severísimas condenas
aplicadas por los emperadores romanos.
Algún que otro país, no ha
suscripto el tan mentado Pacto de San José de Costa Rica el que en su parte sustancial dispone la no
aplicación de la pena de muerte para los
autores de crímenes que la autoridad competente considera punibles, graves,
aberrantes. No obstante y para situar un país puntual, sabemos que en los Estados
Unidos de América alguno de éstos todavía lleva a la práctica tal sentencia.
Toda vez que se toma conocimiento
de semejante determinación, se alzan voces contrarias a tal medida- aún de autoridades encumbradas en el
poder- de diversos países solicitando la conmutación de la pena, se concreta lo
dispuesto.
Otros quizás a la distancia,
pensarán que la medida se justifica en orden al delito cometido.
Tal vez haya quienes que en
silencio, alegan que es inhumano tal proceder. Agréguese la desesperación del
condenado que entre la sentencia y la ejecución transcurren años entre trámites
de apelación, etc.
Y aquí el consabido condimento que
inevitablemente aparece como juicio personal a la medida. Sí, todo sujeto que
comete un crimen censurable en grado sumo, como de práctica, una vez que se
comprueba su evidente responsabilidad, es sentenciado conforme a lo que resulte
de la opinión del o los magistrados intervinientes, considerando agravantes,
atenuantes, antecedentes, móvil del hecho, defensa propia, grado de parentesco-
a veces- entre víctimas y victimarios.
Pero los tiempos que corren
determinan de manera incuestionable una reforma sustancial del código penal.
Así vemos sentencias que se
consideran una literal burla que hiere las fibras más íntimas, particularmente
de los familiares de las víctimas que pareciera que a mayor tiempo de encierro
se ve compensado ese afán de justicia, que por instinto todos llevamos dentro.
Pero lamentablemente, se plantea un
interrogante no excluyente: cada día el delito aumenta en cantidad y por
añadidura en violencia.
Asistimos impávidos el accionar de
la Justicia. Queremos creer que se actúa conforme los términos de las leyes
pertinentes. Existe una escala por citar un ejemplo para el caso del homicidio
simple que va entre los 8 y 25 años de cumplimiento efectivo en institutos
carcelarios, pero que generalmente por pautas de conducta del incriminado, por
lo general las condenas se reducen considerablemente y los imputados salen
mucho antes del tiempo estipulado. Sabido es, por otra parte, que la mayoría
sale de prisión no reformado precisamente. Más aún, si ha estado en prisión es
muy difícil que consiga un empleo y es entonces cuando vuelve a delinquir. La
prisión lo ha embrutecido aún más.
Se justifica algún
atenuante?...reitero, por regla general el condenado sale y la familia no
recupera la pérdida que el victimario ha ocasionado. Es justo?...y pensar que
este término deriva de justicia. Es común escuchar voces de reprobación con el
agregado de que esos salvajes no deberían- en adelante- convivir en una
sociedad civilizada. Es harto dudoso que muchos se corrijan. Se dice que el
encierro debería servir para una rehabilitación moral y se reinserten como
personas de bien dentro de un mundo donde puedan desarrollarse como gente
normal.
Quisiera saber cuántos lo logran.
Trabajo?, donde?, a cierta edad?. Con antecedentes penales?. Sabido es que
muchos vuelven a delinquir: robar, violar o matar.
Bien, he tratado de incursionar en
una parte de la cuestión: los prolegómenos del delito y sus consecuencias
A enfocar entonces respecto de lo
del título.
Toda vez que tomamos conocimiento
de una ejecución por parte de la justicia, sea donde fuere, nos invade- creo
que a muchos- un sentimiento de pesar. Es una cuestión o sensación
inevitable entiendo que juegue un
importante papel el carácter de muerte anunciada (recuerdan al escritor
colombiano: G.G.Márquez en..”…Crónica de una…” lo que equivale a meditar sobre
el término de habitación en esta tierra de un ser humano que aunque irracional
en su procedimiento la lentitud del proceso entre la sentencia y la ejecución
ya lo está condenando de manera lenta. Años pasan entre apelaciones y quizás
sus esperanzas también lo abandonen.
Pero hete aquí que cuando se toma
conocimiento de un hecho por demás conmovedor- no me corresponde ni deseo hacer
apología sobre la pena máxima. Se alzan voces algunas de notoriedad,
reclamando extrema justicia ante tamaño
proceder.
En el fuero interno de algunas
víctimas de violación y familiares, sobrevuela el fantasma de un condigno
castigo a tal depravado. El sujeto en cuestión, si bien en la cárcel es
sometido a la Ley del Talión, por casos de violación, por parte de un conjunto
de “justicieros”, sale al poco tiempo y generalmente comete el mismo delito. Y
la tan mentada rehabilitación?. Sí, emerge una literal burla no solo a la
víctima, sino que a sus familiares. Es inevitable que se plantee el mismo
interrogante: qué hacer?. Esto por una parte..La otra cuestión: los crímenes
que resultan de la violencia callejera en la que intervienen menores de edad
consagrados a la drogadicción o al alcohol, abandonados o descontrolados por
sus propios progenitores. Éstos, imaginamos quizás resentidos y
consecuentemente insatisfechos a raíz de un sistema perverso que no les brindan
posibilidades de desarrollo y los mantienen cautivos mediante prebendas con la
consiguiente alianza con el ocio, sin aprendizajes en fábricas (ya casi no
quedan como había en otros tiempos), sin adecuada formación profesional a
través de escuelas técnicas que no poseen equipos de alta tecnología conforme
la imposición de los tiempos. Se suma y por conocidos factores, la deserción
escolar en tal sentido. Con gobiernos a lo que solo les interesa el apoyo
electoral como condición sine-equanon para seguir con la asistencia económica,
asignaciones míseras con que ilusionan a sus seguidores. Éstos en muchos casos
quedan enceguecidos por tales subsidios y apelan al incremento de tenencia de
hijos con el consiguiente aumento poblacional en sostenida deficiente calidad
de vida. Así las cosas, la crónica policial, los medios televisivos quienes
crean un show mediático con aberrantes delitos que hieren las fibras más
íntimas de una parte de la sociedad a la cual mantienen en vilo, un pequeño
pero harto peligroso conjunto de indeseables mantenidos como a hijos con
capacidad diferente.
Nuestra legislación penal determina
que son punibles los mayores de 18 años. Algunos son enviados a veces a centros
de rehabilitación, otros en cambio vagan alegremente por la calle hasta que la
tentación los fuerce a cometer otro delito y así sucesivamente. Mientras tanto
los damnificados sufrientes al máximo
ven que no se puede hacer nada con estos impresentables.
Se han escuchan voces de notables
reclamando indignados, se aplique la pena de muerte. Claro que simultáneamente
aparecen los hipócritas de siempre contraatacando aquellas expresiones. No creo
que puedan alentar algún sentimiento piadoso ante sujetos indeseables que hieren
por así decirlo y para toda la vida a una importante cantidad de víctimas y
familiares, quienes de manera indubitable se encuentran indefensos ante códigos penales con una liviandad
vergonzosa, indigna de todo sentimiento humano. Pero la hipocresía y el
cinismo, cuando no, son el condimento ideal para gobernar tomados de la mano
junto al libre albedrío. Por estas alturas no se quiere poseer voluntad
política cual es la de llevar a cabo medidas drásticas que conlleven a la
erradicación, todo lo más posible. Descaradamente miran para otro lado haciendo
un significativo silencio pretendiendo engañar al soberano con discursos que
muestran un desenfado tal que supone una desvergonzada tomadura de pelo. Esto
me recuerda a ciertos artistas con un inusitado libreto donde tomando algunos
cuentos infantiles, los deformaban de una manera bastante cómica que suponía
una cuota de ocurrencia sin igual, impensada.
El problema es serio, lejos está de
mi parte hacer apología de la pena capital, ya que nuestra formación cultural
no da para tanto. Pero habrá que convenir la forma de consensuar entre la clase
política, el poder judicial, la iglesia, los derechos humanos en paralelo con
las víctimas y no al revés, la manera de terminar de una buena vez con el tipo
de delitos aberrantes que la mayoría de la población no nos merecemos. Hoy es
una costumbre que algunos hipócritas digan: y el delincuente apela a la droga
por una cuestión cultural de cierto medio ambiente, pobreza en extremo,
abandono familiar, ocio, alcohol y por si fuera poco, una conducta sexual de la
que emerge descontroladamente la proliferación de hijos que a la postre constituirán lo que se llama
en situación de calle o en estado de vulnerabilidad.
Otra incongruencia preocupante la
de los representantes del pueblo que no se enancan en la toma de medidas
drásticas que propendan a la reducción de delitos casi de lesa humanidad. El
problema es también estructural, ninguno equipo de gobierno sale a la palestra
a tomar medidas que coadyuven a mejorar sustancialmente la calidad de vida de
los más vulnerables, que según una opinión personal, un tipo de resentimiento
emerge de semejante situación calamitosa por cierto. Basta ya de sostener
marginales con subsidios captores de votos en apoyo electoral. El Artic. 14 Bis
de nuestra Carta Magna, es terminante en este sentido. Quienes lo violan,
incurren en incumplimiento de los deberes de funcionario público. No hay
fuentes de trabajo, ni capacitación profesional, aumenta el delito y
paralelamente las unidades carcelarias en donde por otra parte abunda el
hacinamiento, la vagancia, el resentimiento entre muchos de ellos y en lugar de
entregar seres reformados, salen mal formados y acuden a la repetición de los
delitos, ya que otra cosa no les es posible realizar.
Moneda de cambio: les dan el
pescado en lugar de enseñarles a pescar. Basta ya de lo mismo.
Un detalle que no debe soslayarse:
todo aquel que pregona la aplicación de la pena de muerte, se sentiría capaz de
accionar el dispositivo que produjera la muerte de un condenado?. Me parece que
no, ya que se me ocurre, que el delincuente obra en un estado muy especial que
por nada del mundo nadie quisiera imitarlo. Una indescriptible reacción que
quizás se hermane con el arrepentimiento aunque tardío. Aún así, se desconoce
cuántos son los arrepentidos…Vaya dilema!. Se me ocurre que una forma de morir
aunque lentamente, sería un confinamiento en zonas de clima harto riguroso
particularmente nuestro Sur, donde los condenados a picar piedras con grillos
en los pies no tenían alternativa de escapatoria. Algunos países poseen
cárceles inexpugnables, generalmente una isla desde donde es prácticamente una
utopía la fuga.
OSCAR
Rosario, Pvcia, de Santa Fe
Argentina- 30.10.2016
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