lunes, 13 de febrero de 2017

EL ANTES Y EL DESPUÉS


 Vaya si tiene historia esta frase y la seguirá teniendo. Ayer, hoy y mañana.
En todos los órdenes, será inevitable sostener esas etapas ya que no hay otra forma de evitarlas, porque tienen sustento. Por regla general no puede haber después sino no hay antes, No necesariamente tiene que obedecer a un desgraciado suceso. Puede tratarse de un acontecimiento feliz. Si fuese lo contrario, la calidad de vida se ha deteriorado.
No cabe duda alguna que el después en los casos de infortunio modificará todo un estilo de vida. Por regla general el común de la gente tendrá una mirada diferente en cuanto a cómo atravesaba la vida y como es en esta instancia. No cabe duda alguna que la irreparable pérdida le dejará una impronta que se ha hecho presente intempestivamente. Por una razón u otra, inevitablemente y por obvias razones ya nada será como antes, máxime si se trata de un ser querido.
La vida continúa, la familia queda, tal vez hijos chicos que dependen naturalmente de sus padres. Uno de los dos no está. O dejaron este mundo o bien se fueron del hogar, tan común en los tiempos que pasan. En todos los órdenes, se traduce el antes y el después.
Si de esposa/o se trata, el problema si bien es diferente, no es menos cierto que conlleva una sensible cuota de pesar que es casi seguro que el tiempo se encargará de cicatrizar heridas que en principio se cree no habrá de ocurrir jamás. El después continúa y el tiempo dirá
Nos ubicamos en la primera etapa, no por tratarse de una situación distinta, tal vez no sea de lo mejor pero es el traumatismo hiriente el que se encarga de modificar las cosas. Hay que transitarlo sea como fuere. No será lo mismo a tal punto que personas hay que sufren a mares una pérdida irreparable a tal punto de que para evitar males mayores deben apoyarse en la ciencia psicológica y eventualmente en la práctica psiquiátrica. Sin duda alguna el que  transita esa etapa debe llevarla sobre sus espaldas. Nadie la llevará por él.
Si de niños se trata, casi segura la madre o el padre formará pareja, a través de lo cual aparecerán hijos e incuestionablemente cambiará seguramente el panorama respecto al tiempo anterior a este estado de cosas.
Consecuentemente no hay opciones hay que seguir, más allá de las comparaciones que supone un sustancial cambio de vida.
Es evidente el cambio que se produce. Habrá que ir asumiendo sin desmoralizarse, que lo otro no tiene retorno. La vida continúa y hay que vivirla de la mejor manera posible, adaptándose a los cambios y asumiendo la realidad sin encerrarse en lo imposible, aceptando el dictado del destino.
Es como comenzar a vivir, por decirlo de algún modo, con otros sueños, con otras expectativas, dejando de lado el pasado que solo servirá para efectuar comparaciones.
Se trata por un lado de vivir armónicamente con personas que no formaban parte de la historia familiar, cosa que no siempre se logrará toda vez que la incorporación de un nuevo integrante de algún modo obliga a rearmar la situación.
Dejando de lado la problemática respecto del después de una irreparable pérdida cual es la de un ser querido, abordará respecto del resultado de un siniestro laboral, como el de un accidente de tránsito con severas secuelas, a veces invalidantes.
Sin dudas, las características son diferentes en lo que respecta al otro tópico. No son las mismas sensaciones, más allá que el imponderable deja una impronta difícil de olvidar. La rabia, la impotencia se apodera del individuo arrepintiéndose por siempre si es que alguna imprudencia lo ha sorprendido. Al afectado le costará aceptar la realidad, más todavía para el caso de que por su conducta irresponsable haya dejado víctimas. El antes y el después una vez más, presentes.
Rupturas matrimoniales: determina  aunque en pocos casos también, la elaboración del pertinente duelo. Nuevamente estará presente la sentencia que presta título a la presente obra.

OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe- Argentina- 13.02.2017.






No hay comentarios:

Publicar un comentario