miércoles, 20 de marzo de 2019

CON TODO ÉXITO




Esta es una obra que encuentra lugar en la serie de fantasías, pero que tiene muchos de expresión de deseos. Quizás con el correr del tiempo se pueda convertir en realidad, varios trabajos del mismo género reflejan mis anhelos y de aquellos que están en mi tempo y los de la posteridad. Oportunamente elaboré una obra que se refería a la presencia en la morada de los justos de un hombre que en la tierra había optado por la disciplina ingeniería electrónica y fue aprovechado para instalar un cable telefónico invisible y establecer una permanente comunicación entre la tierra y el más allá. Los de arriba podían comunicarse con los de abajo. Bueno, fantasía, ilusiones que vuelan en la imaginación de muchos. Quien nos dice que alguna vez podrá ser posible con el avance de la ciencia tecnológica, más los viajes espaciales que cada vez el hombre quiere llegar más lejos. Alguien se preguntó una vez públicamente: ¿querrán llegar al más allá?

*COMIENZO DE LA HISTORIA:

(Protagonistas: Ruperto Mendizábal, Artemio Córdoba, Catalina Flores, y otros de importancia menor)

Ruperto Mendizábal, viudo, tres hijos, cuatro nietos dos biznietos.
Transcurriendo mi etapa laboral en el área Despacho de un laboratorio medicinal que atendía las necesidades de las farmacias. Trabajábamos para varios laboratorios, cada uno con sus marcas comerciales de productos medicinales conforme diversas especialidades. Un negocio que cada vez da más ganancia habida cuenta que el promedio de edad de las personas ha ido en aumento. Tengo que agregar que el alocado ritmo de vida que se vive, las innovaciones tecnológicas de avanzada, el consumo interno requiere dinero cada día más como consecuencia de políticas económicas realmente deteriorantes para el común del pueblo. Todo hay que renovar cada tres o cuatro años y eso implica inversiones económicas de alto vuelo. Los hijos que exigen cada día más por algunos compañeros tienen este o aquel aparato tecnológico de alto coste.
Todo y aunque parezca mentira, en deterioro de la salud, las farmacias en red cada vez ocupan más espacio, claro se ha incrementado notablemente el área perfumería. Ya estas compiten con aquellas.

*PERO VAMOS A LA HISTORIA:

Al promediar la tarde, Ruperto solicita permiso- tiempo a devolver- para visitar a un amigo internado en una clínica algo cercana. Tomó el coche y salió.
-Hola Santiago cómo estás?
-Algo dolorido, pero mejorando, en dos o tres días me dan al alta.
-Cuánto me alegro.
 Al lado de la cama de mi amigo, estaba internado un hombre de algo más de mediana edad, al que le pasaban suero por un lado a través de una arteria de uno de sus brazos, el otro conducto iba al costado izquierdo del tórax.
Un catéter pensé. Ummm. Quimio seguramente a juzgar también por la palidez del rostro. Sin querer tropecé con un cesto papelero que se encontraba debajo de la cama
 del hombre, y advertí un envase de cartón que en su momento había contenido un producto por mí conocido, un medicamento de carácter oncológico que nuestro laboratorio proveía. Ya no había dudas.
-Hola señor, mi nombre es Ruperto y vengo a visitar a este amigo. ¿No le incomoda que le hable?
-No señor, mi nombre es Artemio Córdoba.  Estoy hace un tiempo acá y no mejoro, me quiero ir pero casi no me puedo poner de pié.
-Tenga paciencia, los males se sabe cuándo vienen pero no cuando se van. Para el creyente, es la voluntad de Dios.
-Ruperto, usted es el único que me visita y por eso necesito hacerle una confesión.
-Escuche:
-En primer lugar le pido que tome papel carta y un sobre que hay en mi esa de noche; quiero que le haga llegar una carta a mi familia avisándole como y donde estoy.  
Le doy la dirección y saque unos pesos para el franqueo.
-Falta más, mañana la envío.
-Le contaré las razones del porqué ya mi familia no sabe nada de mí. Desde muy joven comencé a trabajar en una importante imprenta con tecnología de punta como se dice: conmigo lo hacían  dos jóvenes en calidad de colaboradores. Al tiempo, uno de ellos renunció.
En su lugar ingresó una dama de mediana edad, con amplios conocimientos del rubro.
La noté muy atrevida, con un desparpajo total. En principio no me preocupaba.
Pero esa despreocupación se revirtió al poco tiempo.
-Dime Artemio, ¿nunca traicionaste a tu señora? pregunta ella, Catalina.
-No jamás, no tengo porqué, además no cuento  razones para hipotecarme con nadie del sexo opuesto.
-No sabes lo que te pierdes.
-No tengo por qué saberlo.
-Ya verás cuando te haga probar como es la cosa. Cuando más le seas infiel a tu mujer, más la vas a querer.
-¿No me digas?
-Un día de éstos caerás y probarás, después no podrás separarte de la traición.
Así fue.
-Mira Artemio, ya llega la cena, mañana me seguirás contando ¿comes solo o te ayudo?
-No, la camarera me sube el respaldo y puedo solo.
-Hasta mañana y qué descanses.
-Hasta mañana.
Al día siguiente, nuestro benefactor amigo se apersona a la clínica como de costumbre. Y la empleada de Informes lo llama.
-Señor, tengo que comentarle que el Señor Artemio Córdoba dejó este mundo esta mañana.
-Dios mío, no me diga. ¿Puedo pasar a la sala donde estaba internado?
-Mira Teresa, el señor amigo de Artemio Córdoba quiere ver su sala.
-Que suba.
-Señorita, me quiero despedir a mi manera de mi amigo.
Ingresó a la sala, se arrodilló y apoyando la cabeza sobre la almohada lloró con un enorme desconsuelo. Qué en paz descanses amigo. La enfermera al verlo tan compungido, le alcanzó un vaso de agua.
-Lo siento señor.
-Gracias enfermera.
 Una vez llegado a su casa comentó la novedad y se dispuso a avisarle por carta a la familia. Días después le enviaría avisando donde estaba sepultado.
Salió a la calle y la brisa lo reanimó, ingresó a un bar y pidió un expreso doble. Mientras lo consumía se tomó la cabeza con sus dos manos y quedó pensando.
-Arrepentido de veras… ¿pero de qué?, más no podía haber hecho.
Al día siguiente se apersonó a su empleo pero ya a jornada completa.
Llegó el día sábado y acudió al cementerio, previo a averiguaciones hechas por teléfono a varias cocherías con el fin de averiguar en qué lugar se hallaba sepultado. Finalmente, dio con el lugar indicado, acudió a la administración y preguntó el lugar donde Artemio, descansaba en su sepultura.
-¿Dígame señor, cómo es que llegó acá si estaba separado de la familia y que yo supiera nadie lo visitaba?
-El señor Córdoba abonaba mensualmente una sepultura y los impuestos, entre sus pertenencias halladas en la clínica, tuvieron acceso a esos datos. Le haré acompañar para que conozca el sitio.
-Muchas gracias.
-Acá es señor.
-Me aguarda unos minutos que voy a buscar al orfebre para encargarle una placa.
-¿Señor, me acompaña?
-Sí, desde luego.
-Para el martes está terminada.
-Se la abono ahora.
-Bien gracias.
El día martes por la tarde Ruperto se apersonó a última hora comprobando que la placa estaba ya colocada. Dejó una hermosa flor sobre la lápida, acto que se repetiría a menudo. Se sorprendió al ver cada vez que iba, que había flores frescas en uno de los floreros de costado.
-Bueno Artemio, misión cumplida, te dejo una flor. Volveré en unos días.
-Eh Ruperto, no te vayas.
-Queeeeeeeeeeeeeeé¡¡¡
-No te asustes¡¡¡ quiero mejor dicho seguir contándote aquella historia inconclusa.
-Cierto.
-¿Pero es posible Ruperto que puedas hablarme?
-Sí, Artemio, tiene que ser así, tú eras un gran amigo y necesito me sigas visitando, pero en secreto.
-¿Estoy soñando?
-No Ruperto, soy Artemio y te debo el final de  aquella historia que en la clínica no pude continuar ya que la cena la interrumpía. Una tarde le pido a mi compañera que me acompañe al depósito a buscar unos paquetes que subiríamos en un pequeño elevador al piso del despacho.
Catalina, se abrió la blusa mostrando sus abultados senos.
-Ufa, qué calor¡¡¡
-Cuidado dije yo¡¡¡ mira si baja alguno estamos perdidos.
-Nadie podrá entrar, cerré la puerta con llave.
Se arrojó a mis brazos y hombre al fin me dejé tentar por el Diablo. Así durante un buen tiempo. Ya no solo en el subsuelo sino en su casa. Vivía sola.
Al tiempo, mi esposa recibe un llamado anónimo  advirtiéndole que yo ingresaba a menudo en…
Mi esposa me espió y se echó todo a perder.

Cuando llegué a casa encontré toda mi ropa desparramada por el suelo en el jardín de entrada. Una nota decía: traidor¡¡¡…(estoy arrepentido de veras).
Me tuve que ir de casa y estuve con aquella un tiempo hasta que desapareció; tampoco se presentó más a trabajar. Me hice cargo del alquiler hasta lo de mi enfermedad. No hay más para contar.
Ruperto, ya avisé a tu familia de tu deceso y lugar de sepultura.
-Gracias por todo Artemio.
Ruperto, siguió visitando a su amigo, llevaba una flor y encontraba otras en el florero de siempre. Pero…Ruperto ya no habló más.

*FIN DE LA HISTORIA:

Hasta acá he llegado con esta obra fantasía. No hay según mi estilo nada más.
Espero como siempre les haya gustado.


OSCAR
Pvcia. de Santa Fe
Argentina- 15.03.2019


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