*Quien más quien menos, sabe ya de lo que se trata.
No todos pueden sacarse ese estigma que los acompañará toda la vida.
Pero lo grave es que cuando alguien que no se destaca precisamente por
carecer de esa condición, se pavonea alegremente en cualquier sitio adonde
acuda. En síntesis, dentro de la sociedad misma y se arrogue el derecho de
pretender, exigir y lograr el convencimiento de los miopes o enanos mentales,
es ahí donde se sienten a sus anchas, total sus obsecuentes o no se han
enterado o se hacen los distraídos. Tal vez digan: y bueno, se equivocó pero
ahora no da muestras de reincidir con sus travesuras.
Sociedad enferma si la hay, a la que pareciera que todo le da igual.
El pecador aunque reconozca su error y se arrepienta posee y exhibe una
descarada conducta como si nada hubiera pasado. Más grave aún cuando se
postulan para cargos en el poder público y en puestos de relevancia. Además
harto grave es la conducta del que se golpea el pecho proclamando a los cuatro vientos, su
invariable comportamiento religioso, sea de una corriente de opinión u otra, ya
fuera del lugar de congregación oficia de camaleón, es decir, cambiando de
color conforme las circunstancias. Cuidado!, por utilizar un lenguaje muy
terrenal, expongo: el Señor tiene la filmadora en acción dentro y fuera del
templo. Esta no necesita carga de batería, ya que es excepcional.
Aquí no ha pasado nada. Una sociedad permisiva e indiferente es
precisamente el caldo de cultivo de otros especímenes que conforme las
circunstancias, no apelan al suicidio a la japonesa ni imitan lo que determina
la regla, respecto de las obligaciones morales de los capitanes de barcos, de permanecer a bordo de los siniestrados,
hasta que el mar se apropie definitivamente y hundirse con ellos. Disparar como
una vulgar rata, no es cobardía según una vieja sentencia: soldado que huye,
sirve para otra guerra. Al que le quepa el sayo que se lo ponga o también si
moralmente puede que arroje la primera piedra. Un precepto bíblico, más
precisamente San Lucas: 8,17 reza: porque nada hay oculto que no pueda ser
manifestado, ni escondido, que no haya de ser conocido y de salir a la luz. Otra sentencia pero
gaucha: si te digo que la chancha es overa, es porque le he visto el pelo.
Señores insolventes morales: aunque quieran re direccionar, ya es
demasiado tarde. No siempre el arrepentimiento o el jugar a las escondidas, los
redimirá de su falta.
OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe
Argentina- 10.12.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario