viernes, 28 de junio de 2019

ESTRÉS+ DEPRESIÓN




Me llamo Mariana Robles, 49 años de edad, divorciada, sin hijos.
Trabajo en una inmobiliaria, como Tasadora y a cargo del rubro Alquileres. Una enfermedad pertinaz vino a tronchar mi carrera. Estoy con licencia médica prolongada. Su grado extremo me imposibilita salir a la calle. Todo aquel que la ha padecido o la padece aún en grado menor, pierde la capacidad de poseer voluntad. Cerebro deprimido no ordena. Carece de voluntad. Quiere estar permanentemente en cama, nada le importa. Lo mío es inenarrable. Estoy asistida por un psiquiatra de renombre. Alega que la depresión junto al estrés como primer atacante, son los males del siglo. La sumatoria prolongada del primero como primer atacante, provoca por lo general la depresión. Cuadros leves de él suelen quedar en el tiempo y no manifiestan una eclosión. Subyacen en el individuo. Mi médico intenta con medicamentos varios, soy un conejillo de indias. Consulta tratados médicos, además se ilustra con publicaciones específicas, asiste a congresos. Simultáneamente me recomienda que yo aporte una cuota de ayuda para lograr apuntalar una terapia capaz de sacarme del pozo de la depresión. Dispuso para mí la presencia de una acompañante terapéutica para que estuviese permanentemente a mi lado. Estaba en una obsesiva actitud de hacerme volver al mundo de los seres normales. Pero seguía fracasando en todo el desafío en el que se hallaba empeñado. La dolencia pesaba pero no mi memoria, mi lucidez se hallaban funcionando normalmente.
Yo solo encontraba alivio estando acostada en cama aunque sufría porque entendía que el otro mundo giraba en derredor mío. No podía leer, ni ver televisión, radio ni hablar. Quería permanecer con los ojos cerrados y sufría. Mis amigan me visitaban, me invitaban a salir para caminar o nadar, pero yo muerta total. Lo que no había perdido era el apetito, pero luego del almuerzo o cena, a la cama. A veces por la tarde me sentaba en un sillón con mi acompañante, ella me hablaba, yo escuchaba mirándola, al rato le contestaba con monosílabos. Mi médico me visitaba a veces con colegas. Me enteré que estaban interesados en mi patología.
Un día, finalmente el psiquíatra me propuso practicarme una cura (intento de cura por el sueño: hipnosis). Habló con una de mis hermanas quien autorizó tal práctica. No hubo inconvenientes. Fui internada en la clínica donde funciona el consultorio de mi especialista.
Comenzó la sesión 9,45 horas.
Me hizo acostar en una camilla, pidiéndome una relajación total con los ojos cerrados, todo lo muscular totalmente distendido. La mente en blanco. A partir de allí solo escucho su voz que se va apagando paulatinamente. Hoy no la recuerdo.
Me llamo Cristina Tapia, 55 años, casada, esposo y tres hijos: Manuel (Asistente terapéutico), Mauricio (electricista), América (estudiante de Bioquímica). Mi esposo. Federico, bancario. Una hermosa familia….felices y muy unidos. Los chicos con algún compromiso de noviazgo. Todo en orden.
A veces me pregunto: cuánta pena da el saber que existe tanta gente enferma, pequeñas y/o graves dolencias. Tengo una amiga algo menor que yo, que hace tiempo no veo. Mariana su nombre. Se había casado pero su matrimonio fue un verdadero fracaso. Además no tuvieron hijos. Según me dijo, no era feliz en su estado civil, acusaba a él de ser un mediocre, timorato y pusilánime. No tenía iniciativas. Frío e indiferente, todo le daba igual.
--Mariana!!!
--Hola Cristina, tanto tiempo sin vernos.
--Sí, es cierto. Ha pasado demasiado y claro en ese lapso en lo que a mí respecta, mi vida ya no es la misma, ni parecida a la que en aquel momento en que nos vimos. Un día el hastío, la rutina,  me agotó. Dialogué varias veces con él, pero era como predicar en el desierto, no contestaba, se limitaba a escuchar y mirar nada más. Nos acostábamos, me daba la espalda y a los pocos segundos roncaba como bestia. Yo  en la oscuridad mirando hacia el techo pensando que el silencio me diría algo.
Un día, me encuentro con Raquel Manrique, la recuerdas?. Le conté lo que me pasaba y comenzó a lavarme el cerebro: el Tentador con forma de mujer.
..Oye Mariana: hace bastante que no nos vemos, te noto avejentada, maltrecha, qué te pasa?
Estúpida como siempre le conté mis pesares.
--Pero decime idiota, a esta altura  aguantando a ese babieca, tomátelas o que se vaya. Cómo vas a quemar tu vida tan luego vos que siempre fuiste una flor de mina, no te lo mereces.
--Mira te hago una invitación: Los viernes nos reunimos varias amigas en el bar Star Garden de Salta y 25 de Mayo a las 21. Hs. Cenamos, luego bailamos. Avisale que te vas a reunir y si consigues tu libertad, te esperamos. Haz lo posible por estar.
El jueves le comenté a mi señor, a lo que me respondió: Anda, me da igual.
Así qué te da igual?
Comencé el viernes con los preparativos para mi primera y atrevida gran noche. Lo saludé con la mano y me contestó el saludo sin dejar de leer el periódico.
--Hola chicas.
--Hola en coro. Eran cinco en total, entre ellas Raquel que se abalanzó sobre mí y me expresó:
--Hurra, lo lograste!!!. Creo que no dejarás esto, vas a ver.
Cenamos y b rindamos. Luego la danza. Evidentemente era un sitio propio para enamorados. Media luz, luces que titilaban al ritmo de la música. Todas fueron invitadas a bailar, evidentemente se conocían. Quedé sola, pero un rato nada más, ya que se arrimó un señor que estimaba yo tendría unos cincuenta años.
--No puede, no debe quedar sola.
--Me siento cómoda mirando a los demás.
--Mirando sí, pero disfrutando no creo.
Me sentía fuera de lugar. Evidentemente había perdido el fragor de la juventud. Pensé: mi lugar, a pesar de todo, es mi casa.
--Bailamos?
--Intentaré hacerlo, estoy fuera de entrenamiento.
--No importa, la música lenta si agrada la compañía, nos lleva, nos transporta, nos gratifica y aporta justicia a las almas desoladas. Uno se siente transportado a un mundo casi irreal, un mundo que siempre debería ser así. La felicidad se nos niega y nos revela. Tratemos de olvidar.
Cuán diferente era Daniel, todo ternura, aunque en ese momento lo consideraba un vulgar hipócrita. Escuchándolo me sonaba a canto de sirenas. El mío ni siquiera en sueños.
Daniel me invitó al jardín. Me embriagué con champagne y ahí comenzó mi papel de adúltera- Besos, abrazos, caricias y………a su departamento. Así por un tiempo inolvidable hasta que le pedí el divorcio a mi marido. No me fui de casa pero visitaba a Daniel bastante seguido. Porqué hablo en tiempo pasado?. Daniel fue embestido en una carretera, por un pesado camión que salió de su carril yendo a embestir su coche, perdiendo así la vida. No lo podía creer, otra vez el maldito sino que me atormenta mediante la fatalidad. Me puse mal, nada ya me importaba. No hay forma de elaborar el duelo. Ya es demasiado. Raquel al fin se porto bien conmigo, me acompañó a visitar a una vidente. Me hizo sentar. Todo lo que Usted me cuenta, lo escribí antes que hablara, para que no dude respecto de mi capacidad sobre cuestiones que  trastornan a las personas. Ella seguía escribiendo, yo en silencio.
--Bueno cuénteme, dijo.
--Luego agregó: pues bien, lea lo que escribí. Sorprendida le entregué el papel, confirmando que no se había equivocado.
--Mariana, usted necesita un psicólogo pero no uno cualquiera, el grupo al cual pertenezco, tiene un equipo al que le tengo mucha confianza. Trabajan en forma mancomunada y con nosotros.
--Bueno, Usted se ocupará de alguno que tome mi caso?
--Sí, aguarde.
--Hola, buenos días. Soy el Licenciado Lucas Gorostiaga. Envíeme por fax los antecedentes de su recurrente.
--Buenos días Mariana, bueno ya sabe quién soy. Si está de acuerdo comenzaremos mañana con las sesiones. Sabe porqué?
La medicina psiquiátrica actúa sobre la parte dañada del cerebro. Su médico está encarando bien su terapia pero dentro de su especialidad. Eso solo no garantiza que el alma pueda recuperar el terreno perdido. La psicología en cambio, debe reeducar el cerebro. Es como si le enseñara a caminar de nuevo o a hablar. Eso que es fundamental, le falta para que la terapia de rehabilitación sea completa. En suma: de rehabilitación le hablo.
Comenzamos mañana?
--Sí, de acuerdo.
--Hola Doctor, buenos días.
--Hola Mariana, durmió bien?
--No quiera imaginar lo bien que me siento, como nunca.
--Bueno, mejor así.
--Me voy a incorporar. Hurra, me siento mucho mejor, diferente a antes de quedarme dormida.
--Mariana, Usted habló todo el tiempo y hasta repitió el diálogo con todos los que intervinieron en el sueño, en esa otra dimensión. Esta todo grabado y formará parte de su historia clínica, privado por cierto.
--Dígame Dr. Que camino piensa tomar desde ahora?
--Mariana: nunca en la vida se termina de aprender. El tratamiento psicológico lo iba a prescribir más adelante. Pensaba en un milagro antes, aunque no creemos en eso ni en los íconos religiosos o la medicina alternativa. Otro camino a recorrer. Apelaremos al psicoanálisis y quien nos dice que transitaremos el camino correcto. la búsqueda de respuesta a través del sueño inducido nos ha dado una señal.
--Pero me atrapó lo que dijo el Licenciado Gorostiaga respecto del psicoanálisis como terapia complementaria inmediata. Como médico he recibido una lección.


Oscar
Rosario, Pvcia. de S.Fe.
26.01.2015


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