domingo, 2 de abril de 2017

EL FIN DE LA VIDA


 Una cuestión que solo involucra al hombre, cuando una enfermedad o un accidente, o lo decide por sí mismo, o alguien se lo provoque.
Cuesta aceptar como mínimo el común de la gente, la partida de un ser querido.
Sin embargo, ciertas creencias lo aceptan sin quejarse, alegando que si es la voluntad de Dios, debe ser aceptada sin quejas, llanto o imprecaciones.
Lo aceptan bajo el lema: Dios da la vida y es dueño de llevarla cuando así lo decida.
Todos nacemos con un destino, un determinado tiempo de vida que solo Él lo sabe.
El de cada uno, respecto del término de habitación en la tierra.
Toda vez que un ser querido se va de la vida, se producen crisis de llanto, tristeza, nostalgias y según el grado de parentesco será inevitable la modificación de costumbres. El antes y el después.
También aparecerán conflictos por diversas razones, legados, formación de nueva pareja, si él o la fallecida eran matrimonio, aunque no necesariamente.
Elaboración del duelo, inevitable sin forma de eludirlo.
Si se trata de enfermos terminales, el deseo de una pronta partida está implícito.
Los tiempos modernos han modificado viejos esquemas respecto a otras costumbres. Velatorios domiciliarios, nunca más.
Salas preparadas ex profeso donde familiares y amigos están alejados de la caja mortuoria.
La cremación del cuerpo y las visitas negadas, a la última morada a la orden del día.
Nosotros los mayores no estamos capacitados para soportar a corto plazo la pérdida de un ser querido.
Preparamos los servicios adicionales, imprescindibles preparándonos para esta instancia.
Un verdadero misterio que va en paralelo entre lo religioso y lo material.
Cualquiera fuese la razón, el sino está incorporado en el individuo, el cuerpo humano paulatinamente va sufriendo un desgaste irreversible.
A modo de ejemplo podemos compararlo con un antiguo mecanismo de relojería que en determinado momento más allá del natural mantenimiento, requiere cada tanto de una reparación.
Sostenerlo hasta que no sirva más y al cesto de residuos.
Mucho se ha hablado, se habla y se hablará sobre la permanencia del hombre sobre la tierra. No olvidar que de esto no se escapan los del reino vegetal y animal.
Como una inapelable realidad, no hay manera de opinar respecto de la persona que parte de la tierra o de la vida.
Indiscutible, que nadie puede acertar respecto tratarse de un enigma indescifrable.
No hay ciencia que pueda determinar qué es lo que se encuentra después de la vida.
En una oportunidad, en los EE.UU., se reunieron tres referentes de diferentes corrientes de opinión religiosas. Dos de ellos se refirieron desde su punto de vista y creencia. Pero el tercero, un pastor protestante dijo: el ser humano se va gestando en el vientre materno, todos imaginamos que allí se encuentra en un ambiente privilegiado, ajeno a lo que pasa en el mundo exterior y en un mundo paradisíaco.
Pero llega un momento que tiene que morir en ese ambiente y pasar a formar parte de la vida terrenal, enfrentarla con todo lo que eso significa. Vive el tiempo que tiene señalado hasta que deja de hacerlo e ingresa a una nueva vida que es como vivir en el vientre materno.
Tenemos que admitir que es tan solo una opinión personal, conforme su filosofía como creyente. Expresión de deseos?
El fin de la vida no respeta a ninguno, todos en un momento u otro tenemos que dejarla. Paradoja: se van los muy buenos y quedan también los muy malos.
El temor implícito de permanecer eternamente en lo que da en llamar: Hades, Infierno o Averno, a muchos no les preocupa. Solo lo respeta el justo.
Convengamos que son formas de pensar, lo real es que el cuerpo queda en la tierra, convirtiéndose en una masa ósea, salvo que se imponga una cremación.

OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe
Argentina- 02.04.2017






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