Una cuestión que solo involucra al
hombre, cuando una enfermedad o un accidente, o lo decide por sí mismo, o
alguien se lo provoque.
Cuesta aceptar como mínimo el común
de la gente, la partida de un ser querido.
Sin embargo, ciertas creencias lo
aceptan sin quejarse, alegando que si es la voluntad de Dios, debe ser aceptada
sin quejas, llanto o imprecaciones.
Lo aceptan bajo el lema: Dios da la
vida y es dueño de llevarla cuando así lo decida.
Todos nacemos con un destino, un
determinado tiempo de vida que solo Él lo sabe.
El de cada uno, respecto del
término de habitación en la tierra.
Toda vez que un ser querido se va
de la vida, se producen crisis de llanto, tristeza, nostalgias y según el grado
de parentesco será inevitable la modificación de costumbres. El antes y el
después.
También aparecerán conflictos por
diversas razones, legados, formación de nueva pareja, si él o la fallecida eran
matrimonio, aunque no necesariamente.
Elaboración del duelo, inevitable
sin forma de eludirlo.
Si se trata de enfermos terminales,
el deseo de una pronta partida está implícito.
Los tiempos modernos han modificado
viejos esquemas respecto a otras costumbres. Velatorios domiciliarios, nunca
más.
Salas preparadas ex profeso donde
familiares y amigos están alejados de la caja mortuoria.
La cremación del cuerpo y las
visitas negadas, a la última morada a la orden del día.
Nosotros los mayores no estamos
capacitados para soportar a corto plazo la pérdida de un ser querido.
Preparamos los servicios
adicionales, imprescindibles preparándonos para esta instancia.
Un verdadero misterio que va en
paralelo entre lo religioso y lo material.
Cualquiera fuese la razón, el sino
está incorporado en el individuo, el cuerpo humano paulatinamente va sufriendo
un desgaste irreversible.
A modo de ejemplo podemos
compararlo con un antiguo mecanismo de relojería que en determinado momento más
allá del natural mantenimiento, requiere cada tanto de una reparación.
Sostenerlo hasta que no sirva más y
al cesto de residuos.
Mucho se ha hablado, se habla y se
hablará sobre la permanencia del hombre sobre la tierra. No olvidar que de esto
no se escapan los del reino vegetal y animal.
Como una inapelable realidad, no
hay manera de opinar respecto de la persona que parte de la tierra o de la vida.
Indiscutible, que nadie puede
acertar respecto tratarse de un enigma indescifrable.
No hay ciencia que pueda determinar
qué es lo que se encuentra después de la vida.
En una oportunidad, en los EE.UU.,
se reunieron tres referentes de diferentes corrientes de opinión religiosas.
Dos de ellos se refirieron desde su punto de vista y creencia. Pero el tercero,
un pastor protestante dijo: el ser humano se va gestando en el vientre materno,
todos imaginamos que allí se encuentra en un ambiente privilegiado, ajeno a lo
que pasa en el mundo exterior y en un mundo paradisíaco.
Pero llega un momento que tiene que
morir en ese ambiente y pasar a formar parte de la vida terrenal, enfrentarla
con todo lo que eso significa. Vive el tiempo que tiene señalado hasta que deja
de hacerlo e ingresa a una nueva vida que es como vivir en el vientre materno.
Tenemos que admitir que es tan solo
una opinión personal, conforme su filosofía como creyente. Expresión de deseos?
El fin de la vida no respeta a
ninguno, todos en un momento u otro tenemos que dejarla. Paradoja: se van los
muy buenos y quedan también los muy malos.
El temor implícito de permanecer
eternamente en lo que da en llamar: Hades, Infierno o Averno, a muchos no les
preocupa. Solo lo respeta el justo.
Convengamos que son formas de
pensar, lo real es que el cuerpo queda en la tierra, convirtiéndose en una masa
ósea, salvo que se imponga una cremación.
OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe
Argentina- 02.04.2017
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