Un viejo tango: “Siga el corso”,
habla en parte de su letra, de la frase del título.
Ya por aquel tiempo si bien la
letra no lo indicaba puntualmente cuando fue escrita, puede tomarse como una
queja al modo de vivir, a las costumbres, a la indiferencia como siempre, del
poder de turno a los entregadores de bienes de la patria a intereses
extranjeros. No se vivía bien, el común de la gente estaba sumido en la
pobreza, pero nada que ver con esa clase social que se debatía y hoy lo hace,
por encima de los niveles de aquella.
Por una u otra razón, siempre ha habido y hoy pareciera más que
nunca, razones para admitir que por decirlo del algún modo, el jolgorio ocupa
un significativo espacio.
Un verdadero carnaval donde pululan
mamarrachos de dudosa catadura moral; en sentido figurado, colombinas y arlequines
ya nacen con antifaz, una careta de mascarón de proa.
Sí aquellos disfrazados,
desconocidos por la mayoría, asumían el papel de personas de fantasía, mientras
los que alimentan o determinan la prosecución del carnaval, lo hacen con
vestuario de damas de la sociedad y donde la mayoría son hombres, no caballeros
precisamente.
Así las cosas, siempre supo que
esta celebración de pocos días de vida, cada año es efímera.
Pero cuando el jolgorio no tiene
fin, es ahí cuando se utiliza la frase conocida.
Muchos viven con la careta por
mucho tiempo y así por verticalidad, entrando en el juego lamentablemente.
Una forma de burlarse de todos,
cunde la inmoralidad, poco o nada les interesa la situación de otros.
Una importante franja de los
pueblos está más o menos cómoda, otras no tanto debiéndose arreglarse con
limitaciones.
Muchos carenciados reciben
beneficios económicos que el poder sustrae de cajas que deben ser distribuidas,
caso de los jubilados como variable de ajuste. Al no poder trabajar deben
arreglarse como se pueda. Lástima grande que para el Estado, el promedio de
vida se va extendiendo a ojos vista. Nuestro país está convulsionado, ojalá
Dios quiera que la situación no se convierta en anarquía.
Un repaso a los reclamos puntuales:
erradicar la miseria, la violencia y la inseguridad, generar trabajo asegurando
viviendas dignas, sueldos dignos, justicia decente y precisamente justa,
derechos humanos como debiera ser, por jóvenes desaparecidas, por robos
seguidos de muerte, por violaciones. Eliminar definitivamente los piquetes.
Basta de carpas y quema de cubiertas. Basta de niños pidiendo por domicilios y
negocios. Basta de piratas exigiendo peaje a repartidores. Salarios dignos,
basta de inflación que deteriora el sueldo. Los sueldos bajos, son una
constante.
Ya en los años 50 el presidente de
la nación decía que los sueldos iban por la escalera. Mientras que los precios
lo hacían por el ascensor.
Las emisiones televisivas son una
burla constante. Toxinas para la vista y oídos. Dijo un cómico ante su
maquillador: haz lo que pueda total la “gilada” consume lo que se le ofrece.
Otra burla a la sociedad: el
desenfreno al volante. Conductores jugando a la ruleta rusa. Luego de causar
estragos, se arrepienten demasiado tarde.
Ni en las ciudades, se respeta al
peatón, primero aquellos, los viandantes que se cuiden.
Las sanciones pareciera que
benefician a los infractores. Burla total, hasta ofrecen rebaja al que la paga.
Increíble, se premia al infractor. Se impone anárquicamente eso de haz y vive
como quieras.
Tantos elementos para protegernos
de los impúdicos al volante. Vallas, lomos de burro, radares, sendas
peatonales, nadie controla nada. No hay salida, ni controles. Una burla total.
En la antigua Grecia, según la
historia, cada varón que nacía era sometido a un severo análisis para constatar
si en el futuro podía ser un buen guerrero, caso contrario pasaba a ser
alimento de los cetáceos.
Ojalá que acá no se les ocurra
mandar a los ancianos a las montañas de Alaska según la historia.
Había mencionado en principio, la
violencia y la inseguridad, asaltos con muertos o heridos graves, violaciones,
secuestros, robos. Una ola de hechos que no se detiene.
Un contrasentido increíble, cuando
un masivo y popular reclamo, se reúne públicamente con la primera cara visible
de la institución que debe velar por los intereses de la comunidad en cuanto a
aquello, generalmente el funcionario actuante apela a la misma excusa. Y son
menores, o aquello de: nosotros los detenemos después la Justicia determina si
son excarcelables o no de acuerdo al delito cometido. Si siguen sueltos o
sufren leves condenas, que son cumplidas brevemente para terminar en libertad
condicional. Terminan delinquiendo nuevamente y siga la fiesta.
Cada vez menos seguridad, más
delitos y más construcciones de unidades carcelarias.
Las enfermedades terminales no se
tratan con aspirinas. Los tres poderes del país con una impresionante cantidad
de componentes y con un costo económico sideral, deberían acordar medidas
drásticas al máximo, severas condenas sin permiso semanal para trabajar.
Falacia total, algunos en esa condición suelen reincidir.
Para combatir ciertas costumbres
como las ya señaladas, deberían generarse fuentes genuinas de trabajo, centros
de capacitación y la erradicación de esos infernales asientos irregulares que
sirven para lo ilegal muchas veces, cambiándolos por viviendas dignas. Así las
cosas, lo que no quieren aceptar, deberían ser expulsados del país. Una paradoja increíble: el ciudadano
común enrejado en su casa, con rejas increíblemente altas, alarmas y perros
guardianes. Si quieren vivir como irracionales que se vayan a vivir a alguna
selva. No queda otra.
La mayoría de estos sujetos
utilizan motos para el arrebato. Máquinas de alto valor más teléfonos móviles
de última generación hacen pensar de donde proviene el dinero para su compra o son robadas?
Así como estos miserables actúan
con total impunidad, los políticos inútiles, cínicos e hipócritas se hacen los
distraídos. O cambian de cargo o se quedan en el mismo repitiendo otro mandato
merced a la estupidez humana que sigue apostando a ellos.
Así como aquellos son delincuentes,
éstos son miserables de alto voltaje. Si no hicieron nada en el primer mandato,
menos van a hacer en los otros. Para colmo la propia Justicia que debería pedir
la reforma del código penal, como si nada. Ninguna institución se pone los
pantalones largos. Salen a la calle con gafas bien oscuras y coches con vidrios
polarizados…ah…y con custodia personal a cargo del erario público.
En el país de los ciegos, el tuerto
es rey reza una vieja sentencia. Es triste admitir que hay muchos ciegos y por
añadidura más tuertos.
Ojalá vía milagro se produzca el
inmediato cambio.
OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa fe
Argentina, 09.04.2017.
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