Irrepetible digo por esa singular
vertiente de hechos que forman parte de ese ciclo.
Un notable período donde el
conjunto de la familia, por regla general y como algo natural, incomparable e
irremplazable, comprende un cerco que no debiera quebrarse jamás.
El tiempo transcurre
inexorablemente, la infancia cierra un ciclo sano, puro e inmaculado para dar
paso como una condición de la ley de la
vida, a la etapa siguiente donde todo se va modificando lentamente.
Los infantes no conocen de pesares,
todo en ellos es inocencia pura, lloran si tienen hambre o algún pequeño dolor
los aqueja.
Inocencia pura.
Ese espacio si se quiere bastante
breve, ha quedado atrás, comienza otro ciclo. Aprende a mejorar el lenguaje, a
caminar, a interpretar los llamados de atención, a distinguir mejor a los
miembros de la familia y a disfrutar de los juegos propios de su edad.
Infancia, período inigualable e
inolvidable, solo se piensa en jugar, comer, dormir y buscar la protección de
sus progenitores, unos más apegados, otros menos.
Para ellos en su inocencia todo le
da lo mismo tocante a lo que ocurre en el mundo. Ya tendrán tiempo y vaya,
cuando tengan que afrontar un poco más adelante los desafíos que la vida
propone.
Mezclada con la carencia de económica
está la promiscuidad que va de la mano con el hambre, la vestimenta,
paupérrimas condiciones de techo para guarecerse con seguridad, a expensas de
los rigores climáticos, las alimañas y en condiciones deplorables de salud y
educación.
La otra cara de la moneda, aquellos
que nadan en la abundancia, con papás que casi nunca están con ellos, a cargo
de los abuelos, o en instituciones que si bien los cuidan, no es lo mismo que
estando con aquellos. Los manejan como pueden pero no prevalece el amor de
madre o padre.
Y qué decir de aquellos que
requieren trasplantes de órganos, ni hablar del cúmulo de expectativas que se
presentan ante la carencia de elementos
(órganos) de seres vivos con enfermedades terminales o víctimas fatales de
accidentes. Si no se donan órganos, estos terminan en la sepultura.
Respecto de la eutanasia o muerte
digna, esto está sujeto a la ley y si esta no contempla la obligatoriedad de
los médicos a practicarla.
Otras prácticas quirúrgicas: viajes
al exterior a fin de concretarlos ya que en el país algunas no se realizan.
Alta inversión económica. Se requiere de colectas públicas para recaudar el
dinero. El Estado mira para otro lado.
Quizás piensan emular al dictador
satánico alemán en la guerra de 1939 a 1945, cuando decía: a los pequeños
judíos hay que eliminarlos ya que en algún momento se convertirán en hombres y
serán nuestros enemigos.
Volviendo al repugnante accionar de
ciertas madres que perdieron a sus hijos y no de muerte natural, sino en
comportamientos violentos contra la sociedad, parecen que fueran las únicas,
mientras reciben suculentos subsidios, por haber sido terroristas muertos o
desaparecidos.
A modo de cruel ironía, otras
madres libran una lucha sin cuartel para tratar de salvar a sus hijos de las
garras de severísimas patologías, reitero, apelando a la solidaridad de la
gente para recaudar fondos para el monstruo sanatorial.
Como verán queridos lectores, he
abordado distintas facetas de la infancia.
Probablemente haya para más pero
creo haber expuesto aunque someramente, un panorama real de cómo son las cosas,
aguardando sea del agrado de todos ustedes.
OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe
Argentina- 06.04.2017
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