lunes, 5 de julio de 2010

TEMA: LOS HIJOS

Como de costumbre la historia nos muestra una vez más, la personalidad y o conducta del hombre que de modo alguno nos debe llamar la atención considerando que los pensamientos, sentimientos y acciones - si bien diferentes de algún modo - se presentan hoy de manera tal que incuestionablemente entendemos que desde prácticamente los albores del mundo, siempre han sobresalido.
Innecesario es puntualizar respecto de la conducta asumida por hijos que marcaron para siempre una parte de la historia - Algunos ejemplos: Caín, los hijos de Jacob, Esther y otros conocidos y no tantos que de un modo u otro tuvieron significativo predicamento en la historia que nos antecedió.
Otro y muy particular ejemplo lo constituye sin lugar a dudas - Jesucristo - hijo dilecto de Nuestro Padre, el Creador
Con cuanta seguridad pregonaba la paternidad del Señor, lo que sabido es le acarreó un sinnúmero de dificultades.
Qué actitud diferente frente a María y José, una historia que nos deja pensando respecto de la preeminencia que los propósitos del Señor le había asignado en la tierra para la salvación del hombre.
Su deber en calidad de Hijo del Padre Eterno y porque
no y por añadidura; de María y de José, nos da un cla-
ro ejemplo de su singular presencia y accionar en la tie-
rra.
Su deber, en calidad de Hijo del Padre Eterno y porque
no por añadidura; de María y de José, nos da un claro
ejemplo de su singular presencia y accionar en la tierra.
Huelgan las palabras, por eso nos transportamos a lo
contemporáneo, nuestro tiempo de habitación en el
mundo.- Nos toca de cerca, no podemos soslayarlo,
forma parte de una realidad cotidiana.- Por momentos
la conducta de nuestros hijos, nos alegra, nos preocu-
pa, nos contraría.-
Los hijos, viéndolo desde la perspectiva de padres,
también tienen etapas que van eliminando paulatina-
mente y donde juegan aquellas sensaciones, que de
manera alguna podemos dejar de tener en cuenta; he-
mos de admitir que nuestros ancestros también agota-
ron su tiempo en tales menesteres - salvando las dis-
rancias.-
No debemos olvidar que también los hijos del pasado
también fueron víctimas de sistemas indudablemente
censurables.-
Más allá del comportamiento de los hijos, no podemos dejar de pensar respecto del acontecer de estos tiem-
pos, las variables propias de su evolución que natural-
mente los comprenden por ser principales protagonis-
tas, y por verticalidad, a nosotros los padres.
Como consecuencia del trasvasamiento generacional,
que se produce y que no escapa a nuestro conocimien-
to, asistimos impávidos a situaciones a las que no es-
tamos acostumbrados, por infrecuentes, dejando al
descubierto la presencia de conductas reñidas muchas veces con elementales normas de convivencia. Desa-
mor tal vez?.
Hijos, ya padres, que no vacilan en comprometer a sus
progenitores con actitudes rayanas en imposiciones que prácticamente en la mayoría de los casos no es-
tán en sintonía con sus condiciones de adultos mayo-
res, con dolencias típicas de la edad senil, con las
preocupaciones propias de ellas, enfermedades, ad-
quisición de medicamentos, etc. etc.- Agrego que la si-
tuación económica de los abuelos, contribuye también
a las pertinentes limitaciones.-
Otra de las cuestiones que revelan, es la costumbre
muy de moda, es el recurso a apelan muchos hijos,
cual es la determinación de desprenderse de sus pa-



dres a veces fácilmente controlables y alojarlos en de-
pósitos en los muy de moda centros de alojamiento de
personas de la tercera edad; con placas de identifica-
ción del lugar, nombres de fantasía con aroma a bál-
samos para las víctimas de turno - vaya eufemismo -
Queda en evidencia, aquella famosa frase que reza:
una madre pudo hacerse cargo de varios hijos, éstos
no pueden cargo de una madre.-
Otros puntos neurálgicos por excelencia, los constitu-
yen, por un lado, la irresponsable conducta de jóvenes
aún adolescentes que no regulan apetitos sexuales sin
educación ni control, es más, con indiferencia total y
absoluta, con las que emergen los consabidos resulta-
dos: nacimiento de hijos generalmente no deseados,
criaturas indefensas que no reciben las más de las veces una alimentación adecuada, amén de educa-
ción casi nula, dependiendo de asistencialismo de todo
tipo, de permanentes estancias en la calle, sometidos a
todo tipo de rigor.- Por todos conocidos, el hecho de en
qué terminan tales conductas, más aún, enorme canti-
dad de madres solteras que quedan a la deriva por el
alejamiento de los “padres” lamentablemente biológi-
cos que no quieren o no pueden hacerse cargo de tal
situación.- , Aún por resentimiento, por ser víctimas de
una desnaturalizada condición social, esos hijos, inevi-
dablemente están condenados a la marginación, resu-
mida en: indigencia, promiscuidad, drogadicción, vio-
lencia, permanencia temporal o no, en lugares de de-
tención.- Se desprende que del accionar violento de es-
tos hijos desvalidos, emergen las víctimas inocentes,
hoy con plena vigencia.-
Finalmente, no debemos dejar de señalar una conducta
que no es nueva - la de muchos hijos que movidos por
distintas razones, generalmente por ambiciones desme-
didas, emigran del terruño, dejando inequívocas señales
de soledad, tristeza y desintegración familiar que desna-
turaliza consecuentemente el más elemental sentido de
familia. Esta sociedad de consumo, ha desviado el verda-
dero sentido de una natural protección de los hijos. Diver-
sas razones - harto conocidas - obligan a no despre-
ciable cantidad de padres a abandonar temporaria y perió-
dicamente a los hijos, colocándolos en instituciones especia-
les aún siendo casi bebés, otras en manos de extraños a
sueldo. Pero lo que desvela en este tiempo es el compromi-
so en que se ven comprendidos muchos abuelos
sometidos a volver a épocas lejanas de crianza, claro que
con la diferencia de un pasado en buena medida, distinto a
tiempos actuales. En fin, el devenir de los tiempos invaria-
blemente nos remite a aquella frase del Quijote a su inefable escudero Sancho:…cosas vederes, que non crederes…
Al personaje de ficción, el Cervantes lo presentaba como a un
demente (¡qué ironía!), menos mal qué de eso se trataba.
Desde el punto de vista bíblico, se anuncia el fin de los tiempos
tal vez, según se lo mire, convalidado por el Apocalipsis.
En fin, es evidente que la variable de los tiempos - nos guste
o no - nos obliga a admitir este tipo de actitudes. Sólo Dios sa
be adonde iremos a parar.
En fin, sostengámonos en inquebrantable fe. Tal vez esa ilusión
nos obligue a tolerar, puesta nuestra mirada en el Señor, único referente en el que podemos cifrar nuestras esperanzas, alentán-
dolas bajo aquello de que como moda pueda cambiar (para bien)
y que no vuelva más.
¡Dios nos bendiga y nos proteja de las maquiavélicas andanzas de Satanás.

Oscar.- Marzo 2010.-

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