Es parte de una vieja historia la
celebración del 1º de Mayo como fiesta del trabajo o como día del trabajador.
Todos sabemos cuál fue la razón
porque la hay, de tal celebración. Ya no viene al caso, aunque suscribo
plenamente con aquella lucha de esos trabajadores americanos del Norte, justos
y recios sin dudas.
Todo pueblo tiene que contar
mayoritariamente con gente que trabaje. Todo aquel que haga algo, está de algún
modo colaborando con la grandeza de su país.
Claro que necesariamente el tema
pretendo instalarlo en el hombre por su salario. Es una cuestión por demás
elemental. Es decir que todo hombre pueda adquirir de todo aquello que necesita
para su subsistencia. Acá no vale la ley de la colmena, la reina, las obreras y
el zángano. El final ya lo sabemos.
Todo estado está comprometido a
asegurar a su pueblo la facilidad y la posibilidad de trabajar. Más allá de
imponerle otras obligaciones.
Claro que como contra prestación,
tiene que otorgarle derechos razonables, humanos en manos de no convertirlo en
esclavo, ocioso por naturaleza.
En nuestro país la Constitución
Nacional es bien clara en ese sentido. Los gobernantes cuando asumen, a través
de un juramento muy especial a cumplir y a obligar a que se haga, las leyes que
rigen el control del país. En la práctica poco se hace. El citado compromiso
pareciera solo un respeto a la tradición ya que poco les interesa. Para la foto
es todo un documento como aquellos que guardamos y que algún día se pondrán
amarillentos,
Total a ellos les da lo mismo, si
hay trabajo o no lo hay, caducará su mandato, total a ellos les pasará lo
mismo, si hay trabajo o si no lo hay, caducará el mandato del político. Lo que
sí es rigurosamente claro que a través de la función pública aseguran un buen
pasar, incluso hasta a varias generaciones de herederos.
La cultura del trabajo conforme a
equivocadas o malintencionadas políticas. Se va debilitando o padeciendo. Ante
esto en lugar de buscar la forma de generar empleo para una gran masa de
desempleados, se apela al asistencialismo. Un famoso proverbio dice: les dan el
pescado y no le enseñan a pescar.
En nuestro país lamentablemente no
se habla seriamente de crear o permitir la apertura máxima de fuentes de
trabajo. La clase política nula por excelencia, solo busca posicionarse y
consolidarse. Van de un puesto a otro. Es decir, no se van, cambian de lugar
apoyados por un pueblo, y si son apoyados es que está todo bien, no hay nada
que cambiar. Cambian las promesas, el discurso pero en concreto y antes que el
ciudadano cambie el voto, propaganda y alguna obra o anuncio de ella para que
se vea.
Trabajar es una función indelegable
de cada ciudadano. Nadie debe dejar de hacerlo en y en cuanto, la edad por un
lado y la salud por el otro, se lo permitan.. En determinados sitios del
planeta y en ciertas geografías, no es posible llevar a cabo tareas de
producción industrial. Algo obviamente se hace, pero para la supervivencia. No
se concibe un país sin gente que no trabaje. Es imprescindible hacerlo: de no
ser así, el atraso es inevitable, reitero, todo país que posee una franja
inevitable de gente desocupada, tiene que apelar al asistencialismo para paliar de algún modo ese severo desfasaje que deviene de la falta
de capacidad operativa para generar empleo.
Cada uno tendrá su opinión en tal
sentido, pero queremos creer que tal vez haya alguna causa que se interponga
para que los grandes inversores no muestren interés en radicar industrias en el
país. Hago una deducción y corre por mi exclusiva cuenta. En el mes de Mayo de
2010, un funcionario de primer nivel de gobierno de turno, recomendó a grandes
importadores argentinos a que se abstuvieran de adquirir productos
manufacturados por China el mayor comprador de nuestra querida soja y sus
derivados.
Las desafortunadas palabras de
aquél, motivaron el enojo de los asiáticos quienes amenazaron con no más el
grano y sus derivados. Al diablo con la captación de divisas.
Pero bueno, no es menos cierto que
desde ya largo tiempo ingresa mercadería procedente de varios países asiáticos
por naturaleza. El costo de aquella, puesta en el país, ha producido una
severísima depresión en la industria nacional, desprovista de toda tecnología
de punta como para competir. Únase el
alto costo laboral, impositivo, inseguridad jurídica que se presentan como un
imborrable estigma que trasciende a no dudarlo y daña. Sin dejar de excluir el
alto grado de corrupción que se ha instalado como una epidemia sin retorno,
instalada partiendo de la base de la verticalidad.
Los responsables, desentendidos del
grave problema no asumen esta vergüenza nacional. Mensajes hipócritas por
doquier como pretendiendo engañar al mundo inteligente y con antigüedad
suficiente como para no ser engañados.
Vacíos de contenido, la falta de
formación profesional, de la cultura del trabajo en la clase más marginada,
conlleva no a largo plazo la inevitable presencia de conductas ociosas y
dependientes. Así incuestionablemente, se seguirán fomentando vicios, perdiendo
generación tras generación sin capacidad de progreso y con caldo de cultivo
para la violencia o inseguridad, droga, con mención de grandes traficantes
encaramados en el poder.
El desarraigo, por regla general,
tiene algunas facetas que lo estimulan. No sería justificable poner proa hacia
otras latitudes si hubiera posibilidad de hacerlo en el país.
El inmigrante por regla general
buscar insertarse en una realidad que no admite dudas. En su tierra no es
posible, optan por emigrar. Meta número, el trabajo, lo demás vendrá por
añadidura.
Hay todavía una historia tocante a
la emigración. Para el Norte o para el Sur, millares de personas se alejaron de
su querida tierra tratando de ubicarse. Claro que con diferentes resultados.
Pero el caso es que por lo menos lo intentaron. En otros trabajos he ubicado
una forma de desesperación por parte de muchos a los cuales se les niega
inescrupulosamente, lo mínimo elemental: el trabajo. Otros tratan a través de
los micro emprendimientos: manufacturación y venta por cuenta propia, que solo
es un calmante para una grave dolencia. Peregrinan, ya sea en busca de trabajo,
pero lo que es más grave aún, el acudir a íconos en su busca, cuando esto ni
siquiera tendría razón de ser. El trabajo, existir sí o sí por naturaleza y no
por milagro. Aunque no sirve demasiado seguir como predicando en el desierto,
no tenemos que dejar de repetir, que todo aquel conjunto de gobernantes no
tenemos que dejar de repetir que todo aquel conjunto de gobernantes que no se
ocupen realmente de fomentar el trabajo a full, harán recaer sobre su pueblo el
peso de su actitud, sea cual fuere. Los resultados están a la vista. Un claro
ejemplo, pretender que de la noche a la mañana se transforme un país, típico en
su capacidad de producir y al no verse contemplada racionalmente la ocupación
de la mano de obra existente, es condenado sin remedio, por cierto a un penoso
deambular sin horizonte, condenado a la miseria y asistido de algún modo a
propósito de eliminar hipótesis de alteraciones sociales. Ojalá Dios quiera que algunos con seriedad
absoluta, tomen la posta y tengan a su cargo la reversión de un problema que en
la práctica solo conformó una muletilla.
OSCAR
Rosario, Pvcia. de Santa Fe
Argentina, 12.03.2017.
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